En este pequeño texto, me gustaría hablarles del ritmo. Todos sabemos, la importancia de la atmósfera y el tono en una obra, pero ¿cómo se forma un tono y una atmosfera determinada? O mejor aún ¿Cómo se sostiene en la obra? ¿Qué fenómeno ocurre para adentrarnos de lleno en una atmosfera? o también, porque no ¿Que nos ayuda a pasar de un tono a otro dentro de una narrativa? Para formar un clima que nos guie en nuestros sentires, a través de lo que leemos, necesitaremos del ritmo y la musicalidad.
El ritmo, en el arte plástico,
es uno de los principios que da movimiento, movimiento o dinamismo a una
composición artística. Lleva nuestra mirada al punto focal principal o varios
puntos focales en una obra de arte. El ritmo también se puede representar con
varias técnicas.
Según esta definición de
ritmo, en el arte plástico, se trata de un fenómeno que da movimiento ¿pero,
como dar movimiento en la narrativa?
Julio Cortázar, en una de
sus clases de literatura, dictada en Berkeley, 1980 , sobre la
musicalidad y el humor, vamos a enfocarnos, en esta oportunidad, en la
musicalidad, que como decía mi maestro Carlos Penelas “En la narrativa
tienes que buscar el ritmo, la musicalidad, huir de la cacofonía, por eso la
importancia de corregirse leyéndose en voz alta, y escuchándose”, nos
dice, “son temas, difíciles de captar…uno tiene más una intuición que un
concepto, más una práctica que una teoría y cuando uno los quiere atrapar
teóricamente, tienden a escapar.
Hay prosa que, aun siendo
perfecta, nuestro oído no la reconoce como musical.
Cortázar, al igual que mi
maestro, Penelas, no hablan de escritores que buscan acercarse a la música como
sonido en la prosa (eso se puede ver con mayor facilidad en la poesía, pero
también en la prosa). Cortázar y este concepto de ritmo, de musicalidad, que
quiero, traerles hoy, habla de escritores que quieren conseguir efectos
musicales, que enriquecerá el mensaje, mismo que se está narrando. Se
produce un efecto de hipnotismo, subraya Cortázar, “una prosa que mezcla
y se funden una serie de latencias, de pulsaciones que no vienen casi nunca de
la razón y que hacen que un escritor organice su discurso y su sintaxis de
manera tal que, además de transmitir el mensaje que la prosa le permite,
transmite, junto con eso una atmosfera que muchas veces lo profundiza.
Digamos que la música y
el ritmo, muchas veces no nos habla de un concepto o un punto de vista correcto
de la sintaxis o la gramática, pero nos habla de la fuerza necesaria para que
una prosa cobre ese movimiento que, juntos con otros recursos, claro está, la
hacen arte. Es un poco también ese iceberg que no se ve a simple vista, pero
que sostiene la obra, como decía mi maestro.
Para ir terminando, querido lector, les dejo un ejemplo de lo que, para mí,
es un ritmo y una musicalidad en su mayor esplendor. En la novela “la
ocasión, 1987” de Juan José Saer, una novela deliciosa, que no solo es
sostenida por la compleja psicología de los personajes. La gran prosa de Saer
sostiene la obra y su prosa la sostiene la música.
…Los caballos, todos
oscuros, el pelo de un tinte casi idéntico, con el mismo ritmo, la misma
velocidad, en la misma dirección, masa sombría y palpitante, de una multitud
unificada por todos sus miembros y al mismo tiempo dispersa en cada uno de
ellos, aglomeración de carne caliente, de músculos y nervios y de sentidos, va propagando
el estruendo por el campo vacío y saturándolo tanto con él, que hasta los
pensamientos maravillados de Bianco son cubiertos por la proliferación sonora y
se vuelven inaudibles o incomprensibles para él en su propia mente. Vigorosos, disciplinados
y salvajes, parecen la pasta arcaica del ser desplazándose como un viento
cósmico, dividida por un número indefinido de individuos idénticos, como una
infinitud de estrellas separadas por la negrura pero constituidas todas por la
misma sustancia, o como una hilera de álamos brotados de la misma semilla y
que, observados desde cierto punto del espacio, se superponen y se funden hasta
dar la ilusión de ser uno solo. O semejantes a las gotas discontinuas y finas
que van cayendo del cielo y que, formando la llovizna, empiezan a hacer
relumbrar las cosas diseminadas en el vacío gris con destellos atenuados y
húmedos.
PD: mientras transcribía
este texto de Saer, tuve que luchar contra el corrector de Word, que entiende
de gramática, pero no de arte.
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